Bien piratas, la muerte de Juan Luis Lagunas

Postear la imagen del cadáver de Juan Luis Lagunas Rosales mejor conocido como “El Pirata de Culiacán”  bastó para recibir una serie de comentarios de reproche en facebook, pero que asumo como la consecuencia de sacudir un tema controversial:  el culto al narco, que no es lo mismo que la narcocutura. Bien piratas.

Esa admiración por el poder de los transgresores no es nueva, data de tiempos de los buenos ladrones al estilo Robin Hood o Chucho el Roto para aterrizar el tema en nuestro país y más concretamente en San Juan de Ulúa. Otras figuras son Porfirio Cadena “El Ojo de Vidrio” y varias más que nos trajeron los medios de comunicación. A nivel internacional, Pablo Escobar era el héroe de los desposeídos a quienes entregó casas -en clara ausencia de los  deberes del Estado colombiano-, o el demonio para aquellos a quienes asesinó a algún familiar.

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Nada más lejos del romántico héroe-villano que el narcotraficante pues su papel no tiene nada de heroico. No hay en la narcocultura ni un solo elemento admirable ni ejemplar, y quienes hemos perdido amigos -y algunos habrán perdido parientes, padres, hijos, esposos-, o quienes hemos sufrido ataques y amenazas,  entendemos la magnitud de este entorno que nació en ciudades y estados gracias al contubernio con las autoridades, y que se extendió a buena parte del país.

(En algunas reuniones de corresponsales de Proceso, me preguntaban cómo se vivía la violencia en Tijuana hasta que el blanco del tema comenzaron a ser la corresponsal de Tamaulipas, Pedro de Michoacán y muchos más hasta que el mapa de la República se pintó de rojo).

A México ya le costaron muchos muertos y mucha sangre las luchas entre carteles y entre estos y las fuerzas militares y policiacas y venir a toparse en las redes sociales  con una figura como la del joven “Pirata” es encontrarnos con un personaje que hizo del culto al narco una meta y un ejemplo. Jugar al malo sin serlo, le costó la vida.

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No fue morbo como algunos pensaron que me movía para incluir dicha imagen en mi muro; no le quitan a un periodista el sueño las críticas  a su trabajo  y menos los insultos -algunos por cierto de personas que ni siquiera eran mis contactos y que no me honraban con su amistad.

¿Cómo festejar las gracejadas de un adolescente que se sentía un “villano”  como el líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Nemesio Oseguera Cervantes quien finalmente estuvo detrás de su muerte? ¿Cómo festejar a narcocantantes como los Tucanes que usufructúan el nombre de nuestra ciudad y le sirven de voceros al narco, y que en pleno concierto mandan saludos  a  delincuentes como Teodoro García Simental o a Raydel López Uriarte,  aquellos que a principios de la década causaron un baño de sangre, como el que volvemos a vivir?

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Sigo creyendo que solo sacudiendo las fibras del tema los periodistas  podemos combatir si no el narcotráfico, al menos el culto a estos falsos héroes, y lo demás, irá cayendo conforme cambien las leyes del mercado de los estupefacientes.

No me pronuncio a favor de la legalización de las drogas pero antes de eso creo que falta un debate de altura y el pronunciamiento de los mexicanos en torno al tema. Sí tengo clara la postura de rechazo a la “cultura” del poder avasallador del narco, que arrasa con lo que se encuentre a su paso: hombres, mujeres, niños, policías, periodistas, todos somos susceptibles de ser blanco de una actividad cuyos intereses están por encima de vidas y leyes. Solo basta estar mal parado para ser el blanco de una bala o de un atentado.

Arturo Salinas