Caras de la Frontera: Gerardo Alcantar Ramírez, “El obrero”

Lo veo parado entre la puerta y el vitral del supermercado, con sus manos llenas de pintura, Gerardo espera a que alguien pase por él. No sé su dirección pero toma un momento para compartir su vida.  Llegó a los dos años a finales de los 50 desde Guadalajara. De la mano de su tía y con sus 5 hermanos que pronto se multiplicaron a 14.  “Comenzamos a ir a la escuela, y un poco burros porque no había tanto pa’ comer […] no aprende uno nada de la escuela sin comida” él recuerda. Razón por la cual a los 15 años, después de observar el oficio, comenzó a trabajar. Él quería manejar trocas o semi remolques pero por miedo decidió pintar y aprendió de todo un poco: carpintería, plomería,  y todo lo que veía.  Comenzó una familia a una corta edad. En el ’74 busco cruzar el bordo, como muchos que llegan a la ciudad. “Llené el trastero de comida, como para dos semanas, por si eso me tomaba acomodarme. Llegue a un mercado grande, donde hacen lo mismo que aquí, comencé a trabajar cortando zacate con un grupo de chinos, pero no me gustó, no pude, extrañaba a mis hijos”  comenta. Y tras dos semanas regresó, regresó para vivir apenas pero con sentido.  “No me puedo quejar, pero se vive algo duro y pesado.  Pues si uno tiene familia, un hijo, dos hijos, van creciendo y necesitan lo que necesitan los niños, ir a la escuela, comprar uniformes, pero para eso se trabaja, el dinero se va luego luego y no alcanza, me tengo que conformar “.  A pesar de las circunstancias tuvo  la oportunidad de ofrecerles educación a sus hijos, su hijo se graduó  como técnico en computadoras y su hija como enfermera.

A Gerardo desde joven le tocó presenciar el abuso de sus patrones, sueldos bajos y mucho trabajo, “Ellos los insultaban y regañaban porque querían que terminaran lo más rápido y pues pagarle muy poquito al obrero; uno aprende a no decir nada” Gerardo comenta desanimado. El sueldo de un albañil es de 200 pesos, pero si hay que tomar taxis y si no les proveen comida, la ganancia real es muy poca. A pesar de las condiciones, Gerardo no para, hay que poner comida en la mesa y pagar el techo donde se vive, con el tiempo consiguió mejores patrones, en los que confía para sacar su semana y si se atora, se va afuera de las ferreterías para pedir trabajo a los clientes “No puedo perder ni tres días, si no no me da para comprar mi despensa”.  El sueña con poder ahorrar lo suficiente para cuando no pueda trabajar. A veces junta algo de dinero, pero entre herramienta y medicinas, pronto se va.

- Publicidad-

“El que se preocupe por el trabajo lo va a tener todo el tiempo”- Gerardo Alcantar.

Ahora vive solo, solo pero con sus experiencias y  los recuerdos como compañía. El trabaja para comer, para pagar el techo que lo protege y para poder pasear a sus nietos una que otra semana.