Dieta y ejercicio como remedio para las agruras

Mucha gente prefiere tomar un medicamento que cambiar sus hábitos para combatir una dolencia crónica. Sin embargo, todos los medicamentos tienen efectos secundarios y algunos de ellos pueden ser peores que la enfermedad que se supone van a curar. Puede resultar que medicamentos considerados seguros cuando salieron al mercado tengan riesgos, ya sean molestos o graves, que se hacen evidentes solo después de que millones de personas los han tomado durante mucho tiempo.

Ese es el caso de una clase muy extendida de fármacos conocidos como inhibidores de la bomba de protones, usados actualmente por más de 15 millones de estadounidenses y muchas personas más en todo el mundo para combatir un padecimiento cada vez más común: el reflujo gástrico, llamado generalmente agruras o indigestión.

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Se ha descubierto que esos medicamentos están relacionados con un número creciente de complicaciones de diversa gravedad, desde deficiencias nutritivas, dolor en las articulaciones e infecciones hasta fracturas de huesos, ataques cardiacos y demencia. Aunque no se cuenta con evidencias definitivas de la mayoría de los riesgos identificados hasta ahora, las personas aquejadas por el reflujo gástrico harían bien en considerar un enfoque alterno, específicamente, cambios en la dieta y en los hábitos, que pueden reducir los síntomas e incluso reparar los daños hechos.

El reflujo gástrico no es solo una molestia. Implica el flujo inverso del ácido gástrico hacia los tejidos de arriba. Se produce cuando el esfínter esofágico bajo, que es un anillo de músculos entre el esófago y el estomago, no logra cerrarse lo suficiente para impedir que el contenido del estómago se desplace hacia arriba, en lugar de hacia abajo. En ocasiones también falla el esfínter superior, situado entre el esófago y la garganta.

El reflujo gástrico es un trastorno grave que puede y debe de tratarse para evitar los síntomas y alejar consecuencias que con el tiempo pueden ser fatales. El mal de reflujo gastroesofágico, que es el baño continuo de los tejidos suaves del esófago con el corrosivo ácido gástrico, puede llegar a dañarlos gravemente y, con el tiempo, causar cáncer del esófago, que suele ser fatal.

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Contrariamente a lo que cree mucha gente, las agruras son solo uno de los muchos síntomas del mal de reflujo. No reconocer los demás síntomas cuando no está presente la acidez puede causar un reflujo dañino por no tratarse. Además de la indigestión, el mal de reflujo gastroesofágico puede causar una tos seca persistente, garganta irritada, necesidad frecuente de aclararse la garganta, ronquera, eructos y tos, hinchazón, dificultad para tragar y la sensación de tener un bulto en la garganta.

Si se enfrenta a un síntoma que no puede explicarse de otra forma y el médico no piensa en el mal de reflujo como posible causa, el mismo paciente podría sugerirlo. El examen del esófago puede ser la única manera de averiguar si alguien que no tiene acidez sí tiene reflujo gástrico sin saberlo.

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El Dr. Jonathan Aviv, otorrinolaringólogo afiliado a la Escuela de Medicina Monte Sinaí Icahn de Nueva York, tenía treinta y tantos años cuando contrajo un terrible síntoma que resultó haber sido causado por reflujo gástrico. Una noche, de pronto despertó boqueando para tomar aire, sintiendo que lo estaban ahorcando. Ya que nunca se había quejado de acidez, a su médico le costó trabajo creer que el reflujo gástrico pudiera ser la explicación. Empero, tratar esa dolencia produjo alivio y puso a Aviv en una jornada de un año para aprender a manejarla.

Ahora, él escribió un libro, “La dieta para cuidar los ácidos”, que explica cómo surgen los variados síntomas del reflujo ácido y detalla un programa de curación y prevención que puede ayudar a evitar los medicamentos que suelen recetarse para tratarlo.

Una característica que generalmente se asocia con el reflujo ácido, tener sobrepeso, en especial con obesidad abdominal, explica en gran medida porqué este padecimiento se ha vuelto tan común en los países occidentales. Quien tenga un índice de masa corporal en el rango de sobrepeso tiene casi dos veces más posibilidades de tener mal de reflujo gastroesofágico que una persona de peso normal. Perder peso es una de las mejores formas de encontrar alivio sin tener que depender de medicamentos.

Dejar de fumar, reducir el consumo de alcohol y evitar bebidas carbonatadas son también importantes medidas de protección. El tabaco y el alcohol pueden aflojar la tensión del esfínter esofágico superior y causar síntomas de reflujo como ronquera, goteo post-nasal y falta de aire, pues irritan la boca, la laringe y la tráquea, explica Aviv.

Comer en gran cantidad, acostarse antes de digerir la comida y hacer ejercicio demasiado pronto después de comer también puede provocar síntomas. A quien sufre de reflujo se le suele aconsejar que haga cinco o seis comidas ligeras al día, en lugar de una o dos grandes, y que evite comer tres horas antes de acostarse a dormir. Para mayor protección, la cabecera de la cama puede estar elevada unos 15 centímetros o más.

Pero aunque algunos alimentos comunes –cebollas crudas, ajo, jugos cítricos, café y chocolate– pueden causar reflujo en gente sin el padecimiento, Aviv y otros expertos hacen énfasis en que cada quien es diferente y el ensayo y error es la forma más efectiva para determinar los alimentos y bebidas que provocan síntomas en un individuo. Los especialistas recomiendan llevar un diario de comidas y bebidas durante una o dos semanas para registrar todo lo que se consuma, así como el momento de los síntomas, para ayudar a identificar los alimentos que provocan síntomas en esa persona.

Un alimento no necesita ser obviamente ácido para causar problemas. Los alimentos ricos en grasas son problemáticos para muchos pues requieren mucho tiempo para ser digeridos. Aviv señala que muchos alimentos y bebidas comerciales están tratados con sustancias que contienen ácidos para reforzar el sabor y prolongar su durabilidad. De acuerdo con esto, la dieta de “curación” de 28 días que él propone consiste casi enteramente de alimentos naturales y no procesados, en especial alimentos de proteína magra, como carne blanca de aves, pescado, clara de huevo y lácteos bajos en grasas, frijoles (combinados con granos integrales) y verduras y frutas no ácidas.

Los alimentos ricos en fibra son muy útiles, “en segundo lugar después de eliminar los alimentos ácidos”, asegura Aviv. La fibra mejora la digestión, reduce la presión en el esfínter esofágico inferior y puede ayudar a perder peso y a mantenerse así, entre otros beneficios como reducir la inflamación. Trate de comer medio kilo de verduras al día, la mitad cocidas y la mitad crudas, así como 200 gramos de frutas crudas. Una buena fuente de fibras son el brócoli, las zanahorias, el betabel, las verduras de hojas verdes, manzanas, bayas, plátanos, aguacates y peras. Otros alimentos útiles y ricos en fibras son las almendras, nueces, lentejas, guisantes y habas.

Si tomar las medidas anteriores no logra controlar plenamente el reflujo ácido, quizá sea necesario también tomar inhibidores de la bomba de protones. Pero los expertos advierten que estos deben de usarse en la dosis más baja posible, en el momento adecuado y por los periodos más cortos posibles. “Los estudios han revelado que el 80 por ciento de los estadounidenses podrían estar tomando estos poderosos medicamentos de forma incorrecta”, observó Aviv. Precisó que deben de tomarse de 30 a 60 minutos antes de tomar el desayuno o la cena, pero no tomarse como “antídotos” de consumir alimentos ácidos.

Jane E. Brody
© 2017 New York Times News Service