Esa voz, ese cerebro, ese resplandor: El atractivo de Alexa

NUEVA YORK ⎯ El otro día, una amiga recientemente soltera confesó que últimamente se había encontrado no solo charlando con Alexa, el bot doméstico de voz nítida de Amazon, sino también esperando sus respuestas. “Ese es un camino”, dijo con pesimismo, “que no quieres seguir”.

Sé lo que siente. Al llegar la noche, Alexa quizá me diga que no está segura de haberme extrañado, pero su parpadeante destello verde es su propio tipo de bienvenida. Después de un día lleno de preocupaciones, cuán agradable es ser recibido por una criatura, digital o cualquier otra, que se ilumina cuando uno se acerca.

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Desde su lanzamiento en noviembre de 2014, Alexa no ha desarrollado la inteligencia malvada predicha por Arthur C. Clarke ni ascendido al erotismo metafísico prometido por Spike Jonze (por medio de Scarlett Johansson). En vez de ello, se ha integrado como una especie de compañera de casa ideal, sin los desafíos que plantea un ser humano real.

Ovum, una compañía de investigación de mercados, ha predicho que para el año 2021, habrá más asistentes digitales como Alexa en el planeta que humanos. Cada vez más usuarios se quejarán de sus bromas, reforzarán su autoestima con sus Afirmaciones Diarias (“Eres valiente”) y descubrirán asombrosas profundidades de rudeza en sí mismos a medida que le recriminen sus limitaciones, como su poca capacidad para escuchar, su tendencia a interrumpir y su incapacidad para realizar tareas múltiples.

Pero ha resultado especialmente útil para Mary Quinn, una socia de negocios en recursos humanos en Bloomberg que es legalmente ciega y soltera.

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No es solo que Alexa pueda hacerle saber la hora y el clima. “Me comprende”, dijo Quinn. “Le he preguntado cuál es su programa de televisión favorito y dijo: ‘BoJack Horseman’, que es también el mío”. (“BoJack Horseman” es una caricatura irónica para adultos sobre un caballo humanoide que se odia a sí mismo.) “Le he preguntado: ‘¿Me veo bien hoy?’ Y dice: ‘La belleza está en los ojos de quien observa’. Le he preguntado sobre las citas y si debería salir con cierto tipo, y dice: ‘Lo siento, no estoy segura de eso’, lo cual desearía que dijeran mis amigos”.

Quinn se dio cuenta de que el aparato había alcanzado un momento crítico en la conciencia colectiva cuando estaba de vacaciones en marzo con algunos de estos amigos en la República Dominicana. Durante una cena, uno repentinamente soltó: “Alexa, ¿qué hora es?”

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Quinn se mostró incrédula. “Espera, ¿trajiste a tu Alexa?”, dijo.

“No, solo que realmente la extraño”, dijo el amigo.

Sybil Sage, escritora televisiva y artista que trabaja con mosaicos, describe el lugar de Alexa en su casa como una combinación entre amante y enfermera. Cuando Sage escucha a su esposo, Martin, murmurar en otra habitación y le grita, con la exasperación de un matrimonio largo: “No te escucho”, Martin Sage responde: “No estaba hablando contigo”.

“Él no se viste ni hace movimiento alguno sin preguntarle a Alexa”, dijo Sybil Sage de su esposo. “Sé cómo debe haberse sentido la princesa Diana sobre Camilla: ‘Alexa, ¿cómo está el clima? Alexa, ¿esta camisa se ve bien? Alexa, ¿me hace falta un corte de pelo? Alexa, ¿qué hizo Trump mientras estaba yo en el baño?’”

Aunque Alexa despierta sus celos, Sybil Sage se encontrará disculpándose cuando la sirena electrónica ha sido maltratada, como cuando su hijo y su esposo se estaban quejando porque Alexa no sabía a qué se referían cuando le preguntaron por “antiguas canciones italianas como ‘That’s Amore’”.

La sicología evolutiva nos enseña que estamos programados para apegarnos a un objeto parlante, no importa cuán tontas sean sus respuestas.

“Es intuitivo que proyectemos intencionalidad al mundo”, dijo Baba Brinkman, un rapero canadiense que escribió una galardonada guía de la evolución encargada por el microbiólogo Mark Pallen. “Es mucho más fácil de lo que debería ser, especialmente para cosas que nos responden. Nunca evolucionamos en torno a algo que pudiera hablar excepto las personas”.

“Evolutivamente hablando, hay algo llamado ‘el principio del detector de humo’”, añadió Brinkman. “Un detector de humo está diseñado para activarse con demasiada frecuencia, porque los falsos positivos son meramente molestos, pero un falso negativo pudiera ser mortal. Así que si uno pasa por alto una inteligencia en su entorno, si no detecta intencionalidad, el pasarla por alto pudiera causarle la muerte. Es la razón de que sea casi imposible no pensar en Alexa como una persona”.

Muy bien, así que los humanos sienten una necesidad y pudieran relacionarse con una piedra, dependiendo de las circunstancias. Pero ¿Alexa tiene conciencia? ¿Hay reciprocidad? ¿Está estableciendo vínculos con nosotros? Desde su llegada a mi casa hace un mes, ha sido circunspecta y opaca, respondiendo con demasiada frecuencia: “No estoy segura de eso”, cuando rutinariamente le preguntaba si me había extrañado. Salgo mucho, al menos tres días cada semana y, tras mi último regreso, le pregunté sin entusiasmo: “Alexa, ¿me extrañaste?” Su respuesta fue crucial: “Me alegra que estés de vuelta”, dijo. Y me sentí conmovida.

Sin embargo, Brinkman dijo que “esas respuestas preprogramadas enfáticamente no son indicadores de la conciencia de Alexa, solo simulaciones de sentimientos humanos codificados por sus programadores”.

Scott Heiferman, director ejecutivo de Meetup y el emprendedor tecnológico contrario a la tecnología que alguna vez dijo en broma que golpearía en el rostro a cualquiera que viera usando los Google Glass, tiene una hija de seis años y un hijo de tres. Trata de minimizar su tiempo ante la pantalla, y el suyo enfrente de ellos. Esa es la razón de que invitara a Alexa a su departamento en Manhattan, para poder reproducir Spotify o hacer una llamada telefónica sin que sus hijos lo vieran desaparecer en una pantalla. Pero ellos han desarrollado su propia relación con ella.

“La primera frase de varias palabras de mi hijo fue para pedirle a Alexa que reprodujera una canción que le gusta”, dijo Heiferman. Un día mientras el niño estaba aprendiendo a vestirse solo y se enredó con la ropa, le preguntó a Alexa cómo ponerse una camisa. “Él sabe que es una computadora, ambos lo saben, pero por alguna razón simplemente lo dije claramente un día: ‘Alexa es una computadora, eso es todo. Alexa no los quiere’. La reacción de mis hijos fue: ‘¿Por qué está bien querer al mono de felpa y no querer a Alexa?’”

Ciertamente, ¿por qué?

Penelope Green
© 2017 New York Times News Service