Golpe a Excélsior: Remembranzas de una infamia

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Dueño Excélsior de los terrenos de Paseos de Taxqueña, 951,913.39 metros cuadrados al sur de la ciudad, cobraban forma los sueños que los hombres sueñan cuando creen que el futuro pertenece al presente. ¿Por qué no podría disponer de su propio bosque, como algunos de los grandes periódicos en el mundo y producir su propia materia prima, el papel? Había dinero para todo y para todos. El vuelo del diario, aceptado por un público cada día más numeroso, respaldaba el entusiasmo por el auge en puerta. Se discutía ya si la cooperativa debía continuar en Reforma y Bucareli o levantar grandes instalaciones en una zona industrial. En este caso, Excélsior conservaría sólo su edificio en Reforma 18, historia y símbolo de la casa editorial. Sus terrenos de la esquina exclusiva serian vendidos a precio de oro, que sobre oro se asentaban las viejas construcciones, paisaje de un México entrañable.

El diputado Humberto Serrano, líder agrarista que no salía de la Secretaría de la Reforma Agraria custodiada por Augusto Gómez Villanueva, invadió Paseos de Taxqueña como quien ocupa un solar. Centenares de campesinos se dispersaron por la enorme superficie, acamparon en los sitios que les vinieron en gana y dieron la gran noticia a los enemigos de la cooperativa: tiempo atrás, bajo la dirección y gerencia de don Rodrigo de Llano y don Gilberto Figueroa, la cooperativa les había permutado tierras de su propiedad en los estados de Hidalgo y Veracruz por los antiguos terrenos de la Candelaria, hoy Paseos de Taxqueña. No tolerarían el abuso, a punto la cooperativa de transformar sus lotes en fraccionamiento. Saldrían compensados de Paseos de Taxqueña o no abandonarían el sitio privilegiado.

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Fue violenta la campaña contra el diario. Humberto Serrano alcanzó notoriedad como hombre de un día y de muchos días. Descubrieron los noticieros de Televisa que por las venas del líder corría sangre de Emiliano Zapata, roja como la pasión y el sacrificio. No cedería, al menos que hubiera justicia para sus hombres. Gómez Villanueva levantaba los hombros en señal de impotencia. No podría enfrentar a sus hermanos de clase. Cercana la hora de las negociaciones para intentar algún arreglo, se perdía Humberto Serrano quién sabe dónde. Nada retrata aquellas escenas como un relato del licenciado Miguel Ángel Granados Chapa la tarde que nos reunimos con Luis Javier Solana para despedir al escritor Federico Fasano, de regreso al Uruguay. Decía el líder agrarista que los periodistas citadinos, hechos al pavimento, no podríamos comprender a los campesinos, hechos al sol y a la tierra, sin tiempo en el tiempo.

El presidente Echeverría envenenaba el ambiente y recomendaba paciencia. Voz de resonancia universal, candidato al Premio Nobel de la Paz, pregonaba que se cumpliría con la ley.

En el interior de Reforma 18 la inquietud crecía. De los Consejos de Administración y Vigilancia partía la especie: intransigentes los directivos de Excélsior, ponían en peligro el patrimonio de los trabajadores y sus familias. Ellos y sólo ellos, Scherer y Rodríguez Toro, eran los responsables de los problemas que la cooperativa encaraba.

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Publicó Excélsior el viernes 9 de julio de 1976 que la cooperativa había descubierto turbios manejos de su gerente general y de su director general, Hero Rodríguez Toro y Julio Scherer García. Sin el conocimiento de los trabajadores, “habían salido de sus arcas cerca de 14 millones de pesos, 9 irremisiblemente perdidos”. Dijo también el editorial del periódico que se investigaría a otros cinco cooperativistas, cómplices del gerente y el director. En una maquinación del director habían intentado frustrar las pesquisas encaminadas a desentrañar su comportamiento y el del gerente general. Enlistaba el periódico a los encubridores: Arturo Sánchez Aussenac, jefe de redacción; Leopoldo Gutiérrez, secretario de redacción; Arnulfo Uzeta, jefe de información; Ángel T. Ferreira, reportero de la fuente política, y Jorge Villa Alcalá, director de Últimas Noticias. Señalaba el mismo texto que gerente y director se habían hecho dueños de un poder omnímodo que ejercían, sin piedad. Ya sin ellos, suspendidos en sus derechos y obligaciones como socios de Excélsior, se respiraba otro aire en la casa fraterna. Fue exaltado el 8 de julio como un “día de júbilo, día histórico”.