Mientras el estado Islámico publica en portugués, EU guía a Brasil para reforzar la seguridad de las Olimpiadas

Con la colaboración en la investigación de Rukmini Callimachi en Stuttgart, Alemania.

RIO DE JANEIRO _ Preocupado por posibles ataques terroristas durante los Juegos Olímpicos en Brasil, el gobierno está trabajando estrechamente con fuerzas del orden y servicios de inteligencia estadounidenses para identificar amenazas e impedir desastres potenciales.

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A pesar de sus notorias batallas contra el crimen violento, en gran medida, Brasil no ha tenido el tipo de ataques terroristas descarados que han sacudido a gran parte del mundo en los últimos años, y, de tiempo atrás, los funcionarios brasileños han minimizado la vulnerabilidad del país al extremismo local.

Sin embargo, el llamado de los yihadista a provocar el caos en los Juegos Olímpicos, al hilo de una oleada de asesinatos en Europa, Estados Unidos y otras partes en el último año, incluida la masacre de 130 personas en París y los ataques de “lobos solitarios”, que ha inspirado el Estado Islámico, han provocado grandes temores respecto de los preparativos de seguridad para los Juegos Olímpicos en Brasil.

Funcionarios estadounidenses han estado entrenando a unidades brasileñas antiterroristas sobre ataques químicos y biológicos. Están ayudando a identificar los blancos suaves, como restaurantes, centros nocturnos y centros comerciales que están alejados de las instalaciones olímpicas bien vigiladas. Llevan muchos meses ya trabajando en el entrenamiento de personal militar, en general, y fuerzas del orden brasileños en actividades deportivas estadounidenses, incluido el Súper Tazón en febrero.

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La cooperación marca una distensión notable en las relaciones después del enojo que provocó que el Departamento Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA, por sus siglas en inglés) vigilara a dirigentes políticos brasileños en el 2013. Y el cambio produjo gran alivio el mes pasado cuando investigadores brasileños revelaron que la FBI los había ayudado a identificar y a rastrear a varios de los 10 hombres detenidos bajo sospecha de planear ataques para un grupo extremista islamista brasileño llamado Defensores de la Sharia.

“Los estadounidenses están teniendo un papel fundamental en concentrarse en áreas que necesitamos examinar”, comento Rafael Brum Miron, un fiscal en la ciudad sureña de Curitiba. “Yo no sé cómo la FBI consiguió su inteligencia, pero resultó ser una pista muy valiosa”.

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Los temores al terrorismo son comunes antes de cualesquiera Juegos Olímpicos. Sin embargo, la frecuencia de los ataques recientes por todo el mundo _ y la relativa falta de experiencia de Brasil en luchar con el terrorismo _ ha llevado a un sentido de urgencia en Río.

Durante semanas, el Estado Islámico ha estado traduciendo al portugués su propaganda esencial y publicitando que necesita hablantes de ese idioma para lo que los analistas temen sea un intento por reclutar y crear una red en Brasil para atacar alrededor de los Juegos Olímpicos.

Los sitios yihadistas han estado incrementando los llamados a que se ataque. El 19 de julio, un canal llamado “¡Inspirar a los creyentes!” en Telegram, una aplicación codificada para teléfono, aconsejaba: “Los lobos solitarios de cualquier parte del mundo pueden moverse a Brasil en este momento. Será muy fácil conseguir visas, boletos y viajes a Brasil en sha Alá”.

El canal prosiguió a dar 17 sugerencias para atacar alrededor de los Juegos Olímpicos y mencionó a visitantes estadounidenses, británicos, franceses e israelíes como blancos. Se nota que los atacantes podrían dejar caer “venenos o medicinas” en los alimentos y bebidas, o utilizar “drones de juguete con pequeños explosivos”, según el SITE Intelligence Group, que monitorea los canales de comunicaciones yihadistas.

El mismo canal ya había sugerido inspirarse en la masacre de atletas israelíes durante los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972.

Tales mensajes siguen a la fundación de una nueva organización en Brasil, la cual dice estar integrada por brasileños y haberle jurado fidelidad a Abu Bakr al Bagdadí, el líder del Estado Islámico.

Hace como un año y medio, la Oficina de Seguridad Diplomática del Departamento de Estado estadounidense, quien lleva las riendas de la protección de los atletas estadounidenses en el extranjero, expandió su huella en Río para comenzar a prepararse para los Juegos. Los brasileños ya antes han manejado grandes actividades deportivas internacionales, incluida la Copa Mundial en el 2014. No obstante, lo que la Oficina encontró al principio fue algo preocupante, ya que rápidamente identificó varios puntos suaves en la seguridad de Brasil, según altos funcionarios estadounidenses.

Parecía que los brasileños tenían poco entrenamiento en cuanto a cómo lidiar con ataques que implicaran materiales biológicos o radiológicos. Las operaciones de contra terrorismo brasileñas también parecían carecer de agentes suficientes, en tanto que expertos en seguridad argüían que la legislación para detener y procesar a los sospechosos por cargos de terrorismo carecían de dientes.

Estados Unidos ofreció entrenar a los brasileños que estuvieron más abiertos a la ayuda estadounidense que a la de recientes anfitriones olímpicos, como Rusia y China. Docenas de funcionarios, agentes del orden y militares brasileños volaron a Estados Unidos. Varios asistieron a actividades como el Súper Tazón y el torneo abierto de golf para observar cómo Estados Unidos maneja la seguridad en actividades de tan alto perfil.

No obstante, a algunos funcionarios estadounidenses les preocupaba que Brasil no estuviera tomando con suficiente seriedad a la amenaza. Tratar de evitar tomar partido en los conflictos externos, incluidos los de Oriente Próximo, ha sido un pilar de la política exterior brasileña. Algunos dirigentes políticos en esta ciudad sostienen que hacerlo podría hacer que Brasil fuera un blanco de organizaciones extremistas islamistas.

Sin embargo, la vulnerabilidad de Brasil empezó a cambiar a finales del año pasado, más o menos, dijeron funcionarios estadounidenses y analistas de seguridad brasileños, conforme el Estado Islámico siguió mostrando que podía llevar a cabo e inspirar ataques en distintas partes del mundo.

“La naturaleza cambiante de los ataques por todo el mundo y la conciencia de que Brasil es vulnerable por la proximidad de los Juegos Olímpicos, han estado presionando al gobierno a replantearse su enfoque, comentó Marcos Ferreira, un académico de la Universidad Federal de Paraíba, quien se concentra en el terrorismo en América del Sur.

En marzo, la presidenta Dilma Rousseff firmó una legislación antiterrorista por la cual se mejoró la autoridad del gobierno para detener y encarcelar a personas sospechosas de planear ataques. Algunas organizaciones de derechos humanos criticaron la ley por considerarla demasiado general, pero Rousseff, una izquierdista que, cuando joven, estuvo presa por su participación en una organización guerrillera que resistía a la dictadura militar, firmó la ley a pesar de los temores de que pudiera utilizarse para infringir las libertades civiles.

“Hay cada vez mayor conciencia en Brasil de la amenaza del terrorismo y estamos satisfechos de que Brasil haya aprobado una nueva ley contra el terrorismo en marzo”, comentó Liliana Ayalde, la embajadora estadounidense ante ese país. “La legislación ha abierto canales nuevos de cooperación entre los dos gobiernos”.

La aprobación de la ley _ junto con el hecho de que los funcionarios brasileños y estadounidenses comparten más inteligencia _ sucedió en esta ciudad en un momento de agitación política. Rousseff, quien ahora enfrenta un juicio para destituirla, estaba tratando de eludir a los oponentes que querían derrocarla. Su vicepresidente, Michel Temer, surgió victorioso en la lucha de poder. Como presidente interino, espera ahora ver si el Senado destituye definitivamente a Rousseff en el juicio respectivo bajo cargos de manipulación presupuestaria.

Sin embargo, la agitación política no pareció afectar los preparativos de Brasil en relación a las amenazas relativas a los Juegos Olímpicos. Funcionarios de Brasil y Estados Unidos que habían estado interactuando entre sí dijeron que siguen haciéndolo a pesar de los cambios en los niveles superiores del poder.

Brasil también intensificó su cooperación en seguridad con otros países, notablemente, con Francia, la cual envió unidades policiales de elite a esta ciudad para entrenar a sus contrapartes brasileñas en la protección de los sistemas aeroportuarios y ferroviarios. Esa colaboración no ha pasado desapercibida para el Estado Islámico, en cuyas misivas recientes en portugués se nota que la policía francesa no ha podido evitar los ataques en su propio suelo.

Estados Unidos ha tratado de mantener un perfil bajo en torno a sus operaciones contra el terrorismo en los Juegos Olímpicos para evitar que se perciba que se está inmiscuyendo en un país al que sacudió un escándalo de espionaje porque el NSA monitoreó a altos dirigentes de Brasil.

Sin embargo, la cooperación entre los dos países se hizo cada vez más evidente el mes pasado, cuando las autoridades brasileñas anunciaron que habían aprehendido a 10 hombres de los Defensores de la Sharia. Los sospechosos, todos brasileños, tienen perfiles similares a las docenas a las que se ha detenido en Estados Unidos.

Sin embargo, las aprehensiones desencadenaron un debate sobre si el gobierno de Brasil se había extralimitado al detener a los hombres, quienes se encuentran en una prisión de máxima seguridad.

“Pueden ser simpatizantes, pero no son terroristas”, dijo Ahmad al Jatib, de 49 años, un dirigentes musulmán sunita en Sao Paulo, quien fundó una organización de acercamiento que enseña árabe y asiste a refugiados sirios. Dos de los sospechosos, Antonio Andrade dos Santos y Víctor Barbosa Magallanes, quienes se convirtieron hace poco al islam, trabajaban en la organización de Al Jatib.

“Estoy seguro de que nunca tuvieron la intención de hacer terrorismo en Brasil”, notó.

Alexandre de Moraes, el ministro de justicia de Brasil, reconoció públicamente que los sospechosos no formaban parte de una célula hecha y derecha, con un plan sofisticado para atacar un blanco de alto perfil, como un avión o un estadio, y los describió como “amateurs”.

Incluso, el juez federal que lleva la causa cuestionó que siquiera se les pudiera decir terroristas a los sospechosos.

Simon Romero and Michael S. Schmidt
© 2016 New York Times News Service