Se profundiza la sensación de crisis tras la destitución del director del FBI

WASHINGTON. La abrupta destitución del director de la FBI decidida el miércoles por el presidente Donald Trump irritó a Washington y profundizó la sensación de crisis en torno de la Casa Blanca. Los jerarcas republicanos, por su parte, salieron en defensa de su jefe y Trump atacó verbalmente a los demócratas y otros críticos, llamándolos hipócritas.

En el Capitolio, por lo menos media docena de republicanos rompieron con la jerarquía y expresaron su preocupación y desaliento por la destitución de James Comey, que llevaba cuatro de los diez años que duraba su nombramiento como director de la FBI. Sin embargo, no llegaron a pedir, como los demócratas, que se nombrara un fiscal especial para encabezar la investigación sobre los contactos de Rusia con los asistentes de Trump.

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En la Casa Blanca, Trump hizo caso omiso de la acusación de que había interferido en una investigación de contrainteligencia. Y celebró una reunión en la Oficina Oval –con un sentido de la oportunidad que solo puede llamarse incómodo y surrealista– con el ministro ruso de relaciones exteriores, Serguei Lavrov, y el embajador ruso en Washington, Serguei Kislyak. Las reuniones privadas de Kislyak con cercanos asesores de Trump son una parte importante de la investigación.

La Casa Blanca le negó a la prensa estadounidense el permiso de estar presente en la reunión de la Oficina Oval y tomar fotografías. Sin embargo, los medios estatales rusos sí difundieron las imágenes tomadas por su fotógrafo, en las que aparece un radiante Trump estrechándoles la mano a sus invitados. Las imágenes se difundieron rápidamente por Twitter.

Pasmados por la súbita pérdida de su director, los agentes de la FBI lucharon todo el día para digerir el significado de su destitución, anunciada por la Casa Blanca el martes por la tarde. Agentes veteranos hablaron de un ánimo sombrío por toda la oficina, donde la moral de por sí ya estaba baja después de meses de estar siendo aporreada por investigaciones encontradas respecto de la elección presidencial de 2016.

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Trump consideró la posibilidad de acudir el viernes a las oficinas centrales de la FBI en Washington, como muestra de su compromiso con la dependencia, reveló un funcionario, aunque no era de esperarse que hablara de las investigaciones sobre Rusia.

El presidente y sus aliados no expresaron ningún remordimiento por la destitución de Comey, insistiendo que los mismos agentes de la FBI la habían estado pidiendo a gritos. La decisión de Trump, aseguraron, no estuvo relacionada con el hecho de que Comey estuviera supervisando la investigación sobre la interferencia de Rusia en las elecciones y sus contactos con los asesores de Trump.

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En un mensaje enviado el miércoles a los agentes de la FBI, Comey señaló que no iba a abundar en las razones de su despido ni en la forma en que se llevó a cabo.

“Siempre he pensado que el presidente puede despedir al director de la FBI por cualquier motivo e incluso sin ningún motivo”, señaló Comey en el mensaje de correo electrónico, que un funcionario le leyó a The New York Times a condición de quedar en el anonimato.

La Casa Blanca se negó a comentar los informes de que, pocos días antes de ser despedido, Comey le había pedido al departamento de Justicia un aumento significativo en recursos para la investigación de Rusia. Los demócratas mencionaron esos informes como razón adicional para sospechar de los verdaderos motivos que tuvo el presidente para despedirlo.

“¿Realmente hubo otra razón?”, se preguntó el coordinador de los senadores demócratas Chuck Schumer en el recinto del Senado.

“Aquí está en juego nada menos que la fe del pueblo estadounidense en su sistema de justicia penal y en la integridad de la rama ejecutiva de nuestro gobierno”, agregó Schumer, senador por Nueva York.

La indignación por el despido de Comey representó una media vuelta política para los demócratas que anteriormente habían expresado su ira y su frustración por la forma en que Comey manejó la investigación del servidor privado de correo electrónico usado por Hillary Clinton cuando era secretaria de Estado. Esa fue la investigación que Trump mencionó como razón para despedir a Comey.

Pocos días antes de las elecciones de noviembre pasado, Comey anunció que la FBI estaba investigando mensajes recién encontrados relacionados con esa investigación. “Yo ya no confío en él”, declaró Schumer en ese tiempo. “Yo exijo que renuncie”, señaló por su parte Steve Cohen, representante demócrata por Tennessee.

Muchos demócratas, incluso Hillary Clinton, le asignaron a Comey buena parte de la responsabilidad por la derrota de los demócratas.

Mitch McConnell, senador republicano por Kentucky y que como coordinador de la mayoría ejerce un amplio poder en las discusiones del Senado, defendió la decisión de Trump, al igual que muchos otros republicanos de alta jerarquía.

Richard Burr, senador republicano por Carolina del Norte y presidente del comité de inteligencia, no llegó a criticar al presidente, pero su comité anunció que había emitido su primer citatorio para pedir expedientes de Michael Flynn, ex asesor de seguridad nacional de Trump, en relación con sus mensajes de correo electrónico, llamadas de teléfono, reuniones y tratos financieros con los rusos. Fue un viraje agresivo en lo que hasta ahora había sido una pesquisa a paso lento.

Es previsible que el remolino drene el tiempo y la energía del Senado, distrayéndolo de una agenda republicana en la que está el presupuesto, la ley de seguro médico, la reforma fiscal y la infraestructura.

“Sin duda, ahora escucharemos llamados para que se abra una nueva investigación”, afirmó McConnell en el Senado bajo la mirada de los demócratas. Pero advirtió que eso “solo serviría para impedir el trabajo actual que se está llevando a cabo”.

En la Cámara de Representantes, Jason Chaffetz, republicano por Utah y presidente del comité de supervisión y reforma, le pidió al inspector del departamento de Justicia que revisara el despido de Comey. Chaffetz indicó que la revisión estaría incluida en una pesquisa interna del departamento de Justicia sobre la divulgación de la investigación de la FBI sobre el correo electrónico de Hillary Clinton antes de la elección.

A pesar de sus inquietudes por las acciones de Comey del año pasado, los demócratas señalaron que su despido recuerda los tiempos del presidente Richard Nixon, que ordenó el despido del fiscal especial que estaba investigando el caso Watergate. Los demócratas pidieron que se nombrara a un abogado especial para dirigir las pesquisas sobre Rusia.

Funcionarios de la Casa Blanca señalaron por su parte que Trump había considerado despedir a Comey desde el día que fue elegido presidente.

Pero aunque Trump había perdido la confianza en Comey, la recomendación del departamento de Justicia de despedirlo no fue ordenada por el presidente, afirmó Sarah Huckabee Sanders, vocera de la Casa Blanca.

Huckabee dijo que el subprocurador general Rod Rosenstein había actuado por su cuenta al recomendar el despido de Comey durante una reunión el lunes. En esa reunión, agregó la vocera, Trump le pidió a Rosenstein que pusiera su recomendación por escrito.

Después de reunirse con los enviados rusos, Trump dijo que había despedido a Comey porque “no estaba haciendo un buen trabajo”.

“Muy simple: no estaba haciendo un buen trabajo”, insistió.

Cuando se le preguntó si el escándalo por el despido había afectado su reunión con Lavrov, Trump respondió: “De ningún modo.”

MICHAEL D. SHEAR, JENNIFER STEINHAUER Y MATT FLEGENHEIMER
© The New York Times 2017