Terapias con células madre siguen siendo mayormente teoría, pero las clínicas están floreciendo

NUEVA YORK _ Los reguladores de salud en Estados Unidos son mencionados como los mejores en el mundo, pero un nuevo estudio sobre la propagación de clínicas de células madres demuestra lo que puede suceder cuando las regulaciones se quedan atrás.

De la nada, en los últimos dos o tres años, han surgido clínicas _ 570 en Estados Unidos, según el reciente estudio _ que ofrecen tratamientos de células madre no comprobados para todos los usos médicos imaginables.

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En teoría, las células madres podrían ser un tratamiento útil para ciertas enfermedades que involucran la pérdida de células, como la diabetes tipo 1, el mal de Parkinson o la osteoartritis de acuerdo especialistas en stem cell therapy en Mexico. Son células primitivas que pueden desarrollarse para convertirse en una variedad de células maduras y quizá servir como reemplazos. Pero el avance es lento.

Después de un frenesí de entusiasmo por las células madre hace dos décadas, casi toda la investigación actual sigue dándose en ratones o placas de Petri. Los muy pocos ensayos clínicos en marcha siguen en la primera fase.

El problema es que las terapias con células madre siguen siendo en mayor parte teoría. Entonces, ¿qué está ocurriendo? ¿Cómo puede haber clínicas, incluso cadenas de clínicas operadas por empresas, que ofrezcan tratamientos con células madre para casi cualquier enfermedad en la que uno pueda pensar: lesiones deportivas, artritis, autismo, parálisis cerebral, apoplejías, distrofia muscular, ELA, cáncer?

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Una clínica ortopédica, por ejemplo, dice en su sitio web: “Las células madre realmente restauran el tejido degenerado mientras ofrecen alivio para el dolor”. Otra clínica busca pacientes con enfermedades neurológicas, afirmando que “el tejido regenerativo de las voluminosas células madre adultas que son extraídas del paciente pueden ayudar a mejorar la degeneración y aliviar los síntomas asociados con la enfermedad”.

La rápida proliferación de las clínicas de células madre “parece que está ocurriendo a una escala industrial nacional”, dijo Leigh Turner, experto en bioética en la Universidad de Minnesota, quien, con Paul S. Knoepfler, un investigador de células madre en la Escuela de Medicina de la Universidad de California en Davis, publicó el nuevo estudio que hace un recuento de las clínicas. “Está ocurriendo descaradamente, a plena vista. Surge de estas suposiciones culturales sobre las esperanzas y sueños del tratamiento de células madre, pero no hay respaldo científico para ello”.

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La Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés) permite a las clínicas inyectar a pacientes sus propias células madre en tanto las células, o el tejido del cual se extraen las células, cumplan criterios específicos, incluida la “manipulación mínima”, y estén destinadas a desempeñar su función básica normal.

Pero aun cuando los tratamientos que las clínicas anuncian parecen cuestionables, la FDA no puede actuar con base en un sitio web. “Deben tener casos reales de clínicas que administren las células a los pacientes”, dijo Ubaka Ogbogu, profesor asistente de derecho en la Universidad de Alberta en Canadá, quien ha estudiado las clínicas y su regulación. “Estas clínicas están siendo operadas por personas muy sofisticadas. Comprenden muy bien las leyes y han estado trabajando sacándoles la vuelta”.

En sus sitios web, la clínicas promueven anécdotas y videos de pacientes felices. Una clínica que usa células madre para atender enfermedades neurológicas tiene un video de una paciente, Bárbara, y su esposo en su sitio web. Dice que ella tiene esclerosis múltiple y reporta marcadas mejorías después de tratamientos con células madre, como conducir de nuevo por primera vez en años. “Me siento bendecida por haber mejorado con el procedimiento”, dice.

Algunos científicos quieren enfrentar a las clínicas combatiendo anécdotas con anécdotas.

Las anécdotas son poderosas. Los periodistas las usan constantemente; casi todos los artículos sobre el estudio de un nuevo medicamento o tratamiento incluyen al paciente obligatorio, a menudo con fotografía. Los centros médicos las usan rutinariamente en su publicidad: el paciente de cáncer sonriente que elogia un tratamiento innovador, la persona con un reemplazo de rodilla que alardea de cuán maravillosa es su vida sin el dolor constante. No es el tipo de evidencia que convencería a un científico, pero es memorable en la forma en que quizá no lo sean las conclusiones de un estudio.

El problema es que los pacientes que han tenido malas experiencias e incluso quienes, aunque sin resultar perjudicados, gastan decenas de miles de dólares en vano rara vez se reportan con los científicos académicos. Y cuando lo hacen, dicen investigadores, tienden a evitar la publicidad por una variedad de razones: vergüenza, acuerdos de confidencialidad que algunos firmaron para recibir las células madre, un temor al litigio y simplemente la renuencia a discutir sus decisiones médicas, dijo Knoepfler.

Añade que él se entera de más pacientes que la mayoría porque escribe un blog, pero los pacientes casi siempre le niegan el permiso para bloguear sobre lo que les sucedió usando sus nombres.

Pero Arthur Caplan, director de la división de bioética del Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York, se opone a contrarrestar las anécdotas optimistas con las pesimistas. Como la mayoría de los académicos, es receloso de las historias de los pacientes, en pro y en contra. Ha escuchado relatos de pacientes que despertaron de una muerte cerebral, por ejemplo, cuando nunca estuvieron en ese estado en primer lugar. O, dice, “hay problemas de causalidad: X me provocó una apoplejía cuando la apoplejía de cualquier manera iba a ocurrir”.

Las historias de los malos resultados quizá no ayuden de cualquier modo, dice, porque los pacientes que buscan esperanza aceptarán las historias de curas o mejorías y desecharán las historias de fracasos.

El argumento de que las anécdotas de los científicos no ayudarán no convenció a Ruth Gass, cuyo cuñado Jim Gass tuvo una desastrosa experiencia en una clínica de células madre en México. En busca de tratamiento para una apoplejía, terminó con una creciente masa de células en su columna vertebral que lo paralizó del cuello hacia abajo, salvo el uso de su brazo derecho.

Escribió en un correo electrónico: “La vida de Jim ha sido trágica e innecesariamente destruida, y la pregunta no es si usar historias como la de Jim sino cómo usar más eficazmente esas historias y cómo encontrar más historias aleccionadoras. No puedo pensar en una razón por la cual los científicos no usen estas historias de advertencia que contradicen las deshonestas/distorsionadas/no comprobadas”.

Gina Kolata
© 2016 New York Times News Service