Una tormenta obliga a Houston, la ciudad sin límites, a considerar tenerlos

HOUSTON – No mucho después de que un par de especuladores de bienes raíces de Nueva York fundaron esta ciudad a las orillas de un letárgico pantano en la década de 1830, todas las casas y todos los negocios se inundaron. Aunque los colonizadores trataron de drenar los alrededores húmedos, pantanosos y sofocantes, las inundaciones se repetían una y otra vez: hubo 16 inundaciones graves durante el primer siglo de vida de la ciudad.

Aun así, de alguna manera un tanto inverosímil, Houston no solo sobrevivió sino que prosperó: se expandió en todos sentidos y se convirtió en la cuarta ciudad más grande de Estados Unidos, quizá su modelo más puro de crecimiento sin límites ni restricciones.

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Cuando el huracán Katrina devastó Nueva Orleans, ese desastre natural se desató sobre un excéntrico anacronismo, una ciudad de un peso económico modesto orgullosamente atada a su pasado exótico. En cambio, Harvey ha inundado una ciudad que mira siempre hacia el futuro, un lugar fundado en un emprendimiento ilimitado, en las glorias del aire acondicionado, en una aversión fiera a las regulaciones y en una sensación de posibilidades sin fin.

Houston ha sido una singular historia estadounidense de éxito, capital de la industria mundial del petróleo, lugar que envió a un hombre a la luna, sede del centro médico más grande del mundo y modelo de un vertiginoso multiculturalismo que demuestran las 145 lenguas que se hablan en la ciudad.

Sin embargo, la impactante inundación causada por Harvey está planteando preguntas no muy típicas de Houston sobre si, en efecto, hay límites para el modelo houstoniano de crecimiento perpetuo y si los humanos pueden forzar a la naturaleza solo hasta el punto en que esta responda con su fuerza catastrófica.

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Aunque su cultura de desarrollo urbano precipitado y su entorno de regulaciones laxas han sido aclamadas por dar a los trabajadores viviendas accesibles —y, por lo tanto, un logro que es parte del sueño americano—, muchos expertos y habitantes dicen que la invasión por parte de los constructores de las praderas y pantanales que servían como esponjas naturales para Houston ha exacerbado inevitablemente la desgracias que la ciudad sufre hoy en día.

“Pudo haber maneras de tener más espacios verdes y más infraestructura verde a lo largo de los años, pero simplemente no funcionó así porque el desarrollo fue rápido y furioso”, dijo Phil Bedient, profesor de ingeniería ambiental y civil de la Universidad Rice. Muchos desarrollos no se construyeron dejando suficiente tierra sin edificar ni suficientes áreas para contener las crecidas de agua, dijo Bedient. “Desde hace años se sabe cómo hacerlo”, agregó, “solo que les cuesta más dinero a los constructores hacerlo así”.

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El drama de la reconstrucción pos-Harvey está condenado a desenvolverse al tiempo que una nación fronteriza enfrenta cada vez más límites conforme las ciudades del sur y el oeste maduran, los recursos se van agotando debido a la creciente población y el cambio climático, exacerbado por la industria característica de Houston, amenaza con tormentas más grandes, con más agua y más peligrosas que nunca.

El área metropolitana de Houston, conocida también como Gran Houston, siempre ha sido un sitio precario para el crecimiento acelerado. Se extiende sobre una planicie costera, entrecruzada por pantanos que se mueven lentamente, con suelos arcillosos que no absorben el agua fácilmente. El promedio de pluviosidad anual es de 1,2 metros. Durante años, los lugareños han rastreado a los huracanes que se fraguan en el golfo de México con mapas magnéticos colgados en sus cocinas.

De hecho, fue una valiente avalancha de improvisación posterior a una tormenta lo que de verdad ayudó a poner en el mapa a Houston. En 1900, un huracán categoría cuatro prácticamente derribó Galveston, la cercana ciudad portuaria. Al menos 6000 personas murieron. El temor de otro golpe directo como ese contribuyó a impulsar que se dragara el Canal de Navegación de Houston, una vía fluvial de 80 kilómetros que se finalizó en 1914 y permitía que los barcos fueran del golfo de México a Houston, un puerto interior relativamente más seguro.

Sin embargo, Houston siguió quedando bajo el agua en repetidas ocasiones, con una inundación particularmente costosa en 1929 y otra en 1935. En respuesta, la legislatura estatal creó en 1937 el Distrito de Control de Inundaciones del Condado Harris, en un esfuerzo por construir un sistema de control de inundaciones moderno. Finalmente, con ayuda federal, se desarrollaron dos grandes proyectos, las reservas Addicks y Barker, para proteger al centro de las inundaciones.

La ciudad creció con rapidez durante los años de la posguerra, y en un intento por controlar las precipitaciones y orientar las escorrentías hacia el golfo de México, dos pantanos clave de la ciudad se convirtieron en canales —básicamente los hicieron alcantarillas de concreto— y otro más se amplió, dijo Bedient. Una red de canales —1500 en total, que suman 4023 kilómetros— se construyó para dirigir las escorrentías de las tormentas fuera de los vecindarios y hacia el mar.

Pero al final, tal vez proporcionaron una falsa sensación de seguridad. “Así que la construcción se disparó, y no hubo mucho control”, dijo Bedient. “No había separación por zonas. Era como el Viejo Oeste: solo hacían subdivisiones para viviendas, una tras otra, cada vez más cerca de los pantanos, cada vez más cerca de los canales”.

Para la década de 1980, señaló Bedient, los funcionarios se dieron cuenta de que el sistema no podía con la gran cantidad de agua de las precipitaciones: el espacio verde que podría haber absorbido mucha de esa agua ahora estaba pavimentado y cubierto por estacionamientos, casas, iglesias y centros comerciales.

Los habitantes de Houston experimentaron las consecuencias de esto en junio de 2001, cuando la tormenta tropical Allison golpeó el condado Harris y dejó caer el 80 por ciento del promedio de pluviosidad anual sobre esa zona, lo que causó la muerte de 22 personas, daños a 73.000 residencias y 5000 millones de dólares en daños a propiedades. Desde entonces, los científicos han advertido que el cambio climático podría producir tormentas con más lluvia, más frecuentes y más destructoras en la región de la costa del golfo, lo que convertiría lo que alguna vez fueron molestias menores en desastres mayúsculos.

A pesar de todo esto, el área metropolitana de Houston ha seguido creciendo. Aunque la región pasó por algunos años difíciles después del fiasco petrolero de los años 80, el condado Harris, donde está Houston, experimentó el más alto crecimiento anual de población de cualquier condado de Estados Unidos durante ocho de los últimos nueve años, de acuerdo con datos de censos.

Los constructores alimentaron el auge y respondieron a él; a menudo hacían lo que querían gracias al entorno regulatorio relativamente laxo de Texas. En 2015, el Houston Chronicle analizó una muestra de permisos otorgados a los desarrolladores, y encontró que más de la mitad de ellos no habían seguido las directivas del Cuerpo de Ingenieros del Ejército destinadas a mitigar la destrucción de los pantanos.

Hace dos años, Erin Kinney, una científica investigadora de la organización sin fines de lucro Centro de Investigación Avanzada de Houston, escribió que se han perdido 16.834 hectáreas de pantanos de agua dulce en la región de la bahía Houston-Galveston, principalmente por las construcciones y el hundimiento de la tierra, y que el 30 por ciento del condado Harris está cubierto de superficies impermeables como calles, estacionamientos y tejados.

Gran parte del desarrollo urbano de los últimos años ha tenido lugar en la pradera Katy, una gran extensión de tierra al oeste del centro que alguna vez estuvo cubierta de hierbas y flores silvestres, un lugar donde las precipitaciones a menudo se concentraban antes de hundirse en la tierra o correr lentamente hacia los pantanos y arroyos.

Gavin Smith, director del Centro de Resiliencia Costera de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, dijo que parte de la tierra en el área de Houston se ha hecho más vulnerable a las inundaciones debido a la cantidad de aguas freáticas que se han bombeado. Dijo que eso en realidad ha provocado que la tierra se hunda, en un proceso que se llama subsidencia.

Incluso antes de Harvey, los residentes de Houston habían cobrado conciencia de que el asunto de las inundaciones era crucial en la discusión sobre el futuro de su ciudad, aunque las soluciones políticas no siempre han llegado fácilmente.

Los críticos han debatido la eficacia de las regulaciones, que datan de los años 80, las cuales exigen a las constructoras edificar “estanques de contención” para guardar el agua de lluvia.

En 2010, los votantes de la ciudad aprobaron por un margen muy pequeño un importante mecanismo de financiamiento, ReBuild Houston, para mejorar los caminos y el antiguo sistema de drenaje. Sin embargo, algunos se han refrenado ante la idea de los nuevos impuestos y tarifas que implica, y el programa se ha sometido por lo menos a dos demandas legales.

Ahora, las inundaciones devastadoras siguen llegando —en el Día de los Caídos de 2015 y en abril de 2016 (la llamada inundación del “Día del Impuesto”)— y han provocado la muerte de 16 personas y la pérdida de más de 1000 millones de dólares en daños. Fueron la noticia local más importante en su momento: “¿Es esta la nueva normalidad?”, preguntaba el Chronicle en un encabezado de abril de 2016.

No está claro qué hacer en lo sucesivo. En mayo de 2016, el alcalde Sylvester Turner designó a Stephen Costello, un ingeniero que por mucho tiempo fue miembro del concejo municipal, primer “zar de las inundaciones” de Houston. Costello estaba demasiado ocupado con la crisis actual el miércoles como para hacer comentarios para este artículo.

Gerald E. Galloway, un experto internacionalmente reconocido en manejo de riesgos por inundaciones y políticas del agua de la Universidad de Maryland, dijo que el Gran Houston podría beneficiarse de una planeación regional eficaz, con el trabajo conjunto de gobiernos locales que colaboren para tomar en cuenta los efectos que puedan tener sus desarrollos urbanos en sus vecinos.

“Pero ese no es el estilo tejano”, dijo Galloway. “Manejas y manejas y manejas y vas de una comunidad a otra. ¿Cómo puedes poner de acuerdo a todas esas comunidades respecto de lo que es necesario hacer?”

Varios expertos han dicho que los gobiernos locales tendrán que considerar comprar las casas de las personas que viven en las zonas inundadas y regresar esas tierras a la condición de espacios verdes que puedan absorber las crecidas. Sin embargo, como demostró Katrina, esos esfuerzos pueden generar una tremenda oposición.

Si la región comienza con regulaciones más estrictas para la construcción, existe la posibilidad de que uno de los grandes atractivos de Houston —la vivienda accesible— pueda desaparecer. Esto preocupa a Joel Kotkin, escritor y teórico urbano que ha sido un gran defensor de las políticas de regulación laxas de Houston.

“Si pones el tipo de grilletes de planificación superestricta en Houston, sería una manera de acabar con la ciudad”, dijo. “¿Por qué vivirías en un lugar plano, caluroso y húmedo si fuera costoso?”

Como muchos otros, alabó rápidamente el vigor y optimismo de Houston, y dijo que la ciudad se recuperará. El escritor tejano Larry McMurtry, anterior habitante de Houston, estuvo de acuerdo.

“Houston aceptará a cualquiera con empuje: es un lugar que respeta la determinación como ningún otro”, dijo. “Houston es una ciudad muy resiliente, y saldrá adelante”.

Manny Fernandez y Richard Fausset
© The New York Times 2017